La autenticidad, si bien se considera una forma de ser genuina, nos lleva a otro nivel de profundidad desde su raíz etimológica griega que es “authentíkos” que significa poder absoluto sobre uno o dueño absoluto de sus actos. Con esta definición en mente, entonces tenemos la posibilidad de darle un entendimiento más profundo al conocimiento de nuestro propio ser.
A manera de contexto, es necesario establecer con claridad aquello que desde nuestra estructura interna de pensamiento se ha formado desde etapas muy primarias de nuestro desarrollo, como aquellas formas de organizar nuestra representación interna de la realidad que limitan, inhiben o contradicen esta posibilidad de auto-determinación. La experiencia que desde el modelo que usamos, nos da claridad para comprender que estas limitaciones se dan a través de experiencias traumatizantes o definitorias que como resultado, nos llevan a fracturarnos internamente y perder inclusive, total noción de nuestra esencia verdadera y la debida acción que desde esta tiene que surgir. No sólo eso, a lo largo de nuestra vida tenemos que somos expuestos a influencias culturales, familiares y del entorno que inciden también en esta disminución de nuestro potencial para ser auténtico. Estas dos facetas de nuestra vida tendrán también la experiencia del adoctrinamiento surgido del modelo escolar tradicional y de ahí, otro impuesto por las fuerzas del mercado y consumismo. Como podemos ver, la expresión de nuestra autenticidad es constantemente amenazada y sometida para entonces llegar al yo actual que pocas veces cuestionamos, exploramos para conocerlo y más aún, transformarlo en aras de lograr ser verdaderamente auténticos. Desde esta gama de experiencias, tenemos que no sólo perdemos la capacidad de ser dueños de nosotros mismos sino que también, perdemos esa alineación interna que tendría entre otras cosas que sostener y alimentar la vocación personal hacia lograr un propósito más elevado y lleno de un verdadero significado.
El viaje de regreso de tal forma del ser hacia nuestra trascendencia personal y en consecuencia ser auténtico es un verdadero llamado al heroísmo. Esto se constata históricamente mediante mitos y filosofías místicas como las de oriente, no sólo eso, también se muestra en contextos tan prácticos y relevantes como la recuperación de adicciones o la vocación por el altruismo. Todas estas, formas de acceder a esa autenticidad tan anhelada por unos o urgida por otros.
La forma en la que nos enfocamos a atender todas estas circunstancias requiere como condición inicial, un simple deseo de lograr un cambio. Frecuente son las situaciones en las que nos vemos atorados o en retos y que se vuelven piedras miliares de un camino hacia una verdadera transformación personal. Esta, requiere de manera obligada revisar y resolver aquellas experiencias definitorias que nos han creado nuestra estructura psico-emocional. Esto frecuentemente es tan sofisticado como acompañar a una persona a sanar aspectos creados en la experiencia perinatal, como es el trauma de nacimiento y a veces tan anterior como el mismo momento de la concepción. Este nivel de resolución, que en esencia es integrar la sombra, nos lleva entonces a crear cambios en todas las estructuras posteriormente creadas como mecanismos de auto control, sentido de límites o reglas, sean estas inconscientes o no, deseadas o impuestas. Esta resolución entonces nos permite crear la capacidad de trascender contextos o esquemas de vida desde donde nos limitamos en nuestra calidad de vida integral y potencialidad para lograr más y mejores cosas. Después, será importante revisar y actualizar aquellos significados inconscientes desde donde interactuamos arquetipicamente en la vida. Frecuente es que nos involucramos en historias, juegos o interacciones que se ajustan a patrones de identidad, de conductas e identidad que una vez resueltos, nos darán la inteligencia requerida para crear mejores entendimientos y recursos cuando de nuestra interacción con el mundo se requiera. Renovar el sentido de identidad nos lleva a enriquecer nuestro sentido de auto estima y confianza en nosotros mismos además de poder acceder a un nivel distinto de recursos y capacidades, muchas de ellas innatas como son la inteligencia emocional y social, la capacidad intuitiva para tomar decisiones acertadas y la debida resiliencia y claridad de mente para operar en momentos o escenarios de riesgo o dificultad. Cuando esto se logra, algo extraordinario sucede y es que empezamos a emerger en un sentido de rol ante la vida más elevado, sano e íntegro desde donde nuestro sentido de responsabilidad se enriquece y fortalece para crear estrategias distintas para interactuar en el mundo y dejar un legado de trascendencia. Tal vez, cuando empezamos a rayar en estas realidades, podemos empezar a entender lo que es un verdadero desarrollo espiritual y una plena capacidad de gestión de nuestra propia sabiduría.
Un viaje de esta naturaleza nos lleva tal vez a cuestionar el verdadero sentido de la libertad y del libre albedrío. Este tema, apasionante y retador, encuentro se resuelve mediante una paradoja que en mi experiencia ha sido confirmada frecuentemente. La vida es un tanto determinista mientras estemos sujetos a esta experiencia corporal, también somos sujetos -por no decir esclavos- de aquellas estructuras psicológicas que de una u otra forma limitan a nuestro ser auténtico; cuando esto último es resuelto y pareciese que lo único que queda es la plena libertad, lo que encuentro es que surge una verdadera vocación por el servicio al prójimo, de la que no se puede escapar uno y en esencia, la vida nos juega tal vez la broma cósmica más elaborada porque desde ahí ya no hay opción para la vida. Creo que lo que significa ser autentico es llegar a ese punto desde el consciente cultivo de los poderes innatos del ser: existencia pura, autoconocimiento y gozo total. Compartir esta posibilidad, en cualquier forma o desde nuestra verdadera vocación, es una verdadera fuente de gracia.
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